Caminábamos como dueños del mundo a orillas del Danubio,
Pintábamos el cielo con estrellas de limón.
Sigues aquí me digo a mí misma, sigues presente cuando cierro mis ojos,
Presente como el viento invernal frío y golpeando los huesos.
Ojos negros como profundo mar de secretos,
No recuerdo tu nombre pero me enamoré de tu sonrisa,
Tus manos grandes y frías me enloquecían,
Tus besos me sabían a frutos dulces del bosque,
No recuerdo tu historia y menos aún tu ironía.
Todo transcurría como si viviéramos en un mundo lejano;
Donde olvidábamos que existe el ser humano.
Una pisca de conciencia enmaraña tus defensas,
Desarrollas un cargo de conciencia muy oscuro…
Dejas de tocar mi torso que aún sigue desnudo,
Mis cabellos se quedan en tu almohada,
El resto de mi cuerpo pide calor humano.
Tu rostro me es ajeno y tu deseo apenas permanece
Empiezas a crear un escudo en contra mío,
Eso me lastima en la conciencia.
Me hieres y lloro por dentro, recuerdo que existe un mañana
No quiero bajar al infierno, No…
Es acaso el infierno mismo en el que vivo en instantes?
Quiero refugiarme en tu pecho y que me protejas como lo haces con ella.
Me pides que me vaya sin palabras
Tus dedos suaves en mi piel solo acarician con ternura,
Siento un poco de alivio, me dificultas la lujuria.
Me abandonas con palabras pasivas, culpas y recuerdos
Entiendo tu pena, entiendo tu amor por ella
Diablos, parece que me tengo que cambiar.
Es el mañana y camino por las calles oscuras
Encuentro direcciones con un generoso pastor
Mis lágrimas son saladas y tienen un nombre que sí recuerdo.
Es el mañana y yo aprendo,
No todos son como imaginaba,
Existen luceros que nos enseñan lo bueno.